Miércoles 2 de marzo de 2011
Lago Atitlán: Santiago Atitlán
Hoy día, Santiago es un pueblo alegre, de eterno mercado, recorridas sus calles por voces que hablan tz´utujil. Las mujeres llevan su carga en la cabeza, en barreños, y agitan al ritmo de su caminar polleras de colores violetas con vivos brillantes. Los hombres usan pantalones cortos blancos de tiro alto, con bordados multicolores. Turistas de todo el mundo visitan el pueblo, llegando en lanchas desde los diversos puntos del lago. El sol es radiante y los volcanes se reflejan en las azules aguas del lago.
Desde hace 20 años las cosas marchan más o menos así. Pero antes era diferente.
Santiago siempre tuvo vocación comunitaria de organización social y política. Su capacidad para ello fue potenciada por una estructura de cooperativas apoyadas desde la década del 60 por misioneros formados en la doctrina social de la Iglesia y la Teología de la Liberación. Inclusive, tenían una radio, La Voz de Atitlán, por medio del cual se emitían mensajes de sensibilización social, con fines pedagógicos, siempre en lengua tz´utujil.
En la década del 70, se unió a estos catequistas el Comité de Unidad Campesina, que realizó tareas organizativas concientizando sobre la necesidad de defender la posesión de la tierra y de atender diversas reivindicaciones afines.
Por aquella época se instaló cerca de Santiago la ORPA (Organización del Pueblo en Armas), que estableció redes de apoyo logístico para la ciudad.
A instancias de la presencia de la ORPA en Santiago, el ejército estableció una base en las cercanías, a fin de controlar y combatir sus acciones subversivas. En este sentido, empezó a identificar a los catequistas con la guerrilla, tomando medidas represivas contra la población organizada. A lo largo de la década del 80 hubo en Santiago fusilamientos, desapariciones y diversas violaciones a los derechos humanos. Fueron ejecutados, inclusive, muchos sacerdotes que participaban en las comunidades.
Hacia fines de los 80, la guerrilla se retiró totalmente de Santiago, pero el ejército continuó sus acciones represivas contra miembros de la población civil que estaban supuestamente relacionados con la guerrilla.
Además de las acciones represivas, la vida cotidiana de Santiago se veía alterada por cotidianos abusos de autoridad por parte de las fuerzas militares, que hacían y deshacían a su capricho.
La noche del 1 de diciembre de 1990, cuatro militares alcoholizados comenzaron a molestar a la gente de la aldea Panabaj, y uno de ellos disparó, hiriendo a un joven de 19 años. Inmediatamente, las campanas de la iglesia sonaron para convocar a los vecinos, que salieron a la calle con banderas blancas, exigiendo una respuesta de las autoridades por lo sucedido. Se congregaron en la plaza. Allí, organizados, se dirigieron al destacamento. Ya era la madrugada del día 2. Cuando se acercaban, fueron recibidos por una balacera, que mató a 13 personas, 3 de ellas niños.
Ese mismo día 2, los pobladores formaron un Comité de Emergencia, que redactó un memorial dirigido al Presidente de la República. A los pocos días, se declaró el hecho como Genocidio y se retiró definitivamente la presencia militar.
Ese día fue la independencia de Santiago, que comenzó a escribir otra historia, con una suerte de gobierno indígena autogestionado.
Todos los días 2 de cada mes, desde 1990, se realiza una misa al aire libre en lengua tz´utujil en el llamado Parque de la Paz de la aldea de Panabaj, para recordar a las víctimas y conmemorar la desmilitarización de Santiago.
En esa misa estuve hoy. Era el único no indígena. Guardo como recuerdo el apretón de manos del anciano que estaba sentado a mi lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario