domingo, 6 de febrero de 2011

día 16 - Chiapas


Sábado 5 de febrero de 2011
Agua Azul, Misol-Há y Palenque


Hoy iba a ser mi último día en Chiapas, pero en el transcurso del día iba a cambiar de idea. O “el llamado de la selva”.

Me levanté a las 5am para partir en excursión hacia las ruinas de Palenque, con paradas en las cascadas de Agua Azul y Misol-Ha. Partí con mi gran mochila y me despedí en voz baja de Ana y Pilar, que se despertaron con mi salida. Ellas se volvían hoy al DF por la tarde y no tenían que madrugar como yo. Fue un placer compartir con ellas mis días en San Cristóbal.

Chiapas es un lugar por demás interesante. Territorio indígena, con una zona alta y fría, y selvas bajas tropicales, salpicada por ruinas mayas, con las comunidades zapatistas en la selva, y diversas lenguas pre-hispánicas inundando el aire de las calles de los pueblos. Justamente hoy atravesaba por primera vez la parte selvática, rumbo a Palenque.

En el camino, palmeras y plátanos, chozas e indios cortando árboles a machete, con rutas serpenteantes y en mal estado, camiones cargados de madera, plantaciones de maíz y calor sofocante. La selva se presentaba ante mis ojos exuberante y seductora. Empecé a dudar de dejar tan rápido esta tierra tan interesante. De hecho, es una región para quedarse mucho tiempo y aprovechar para estudiar su cultura y su historia.

En el grupo encuentro a Abigail, una chica mexicana con quien habíamos estado ayer en Montebello. Intercambiando información sobre nuestras rutas, me cuenta que mañana se iba en excursión a las ruinas de Bonampak y Yaxchilán, dos sitios escondidos en medio de la selva, mucho menos visitados y explorados que los conocidos Palenque, Chichen Itzá y Uxmal. Abigail me platica que desde Palenque la excursión es más barata (porque desde San Cristóbal costaba el doble que cualquier otra). Me informo un poco más en mi querida Lonely Planet, y me entero que para llegar a Yaxchilán hay que viajar en lancha una hora por el río Usumacinta, frontera natural entre México y Guatemala. Además, me vuelve el interés que había logrado olvidar por los famosos frescos de Bonampak. Me termino de convencer, y decido acudir al “llamado de la selva”, y quedarme un día más en Chiapas.

Agua Azul y Misol-Ha resultan dos lugares muy lindos. Particularmente, Misol-Ha es una alta cascada con una gruta por detrás, con una pasarela que permite pasar por detrás de la caída de agua, recibiendo buenas salpicaduras. Comparto el día con Abigail, que se transformaría en mi compañera de cuarto y excursión al día siguiente, una chica sumamente agradable e inteligente.

Luego de las cascadas, llegamos a la majestuosa Palenque, pero con poco tiempo. Por algún motivo la excursión se había atrasado y nos quedaba menos de 2 horas para recorrer todo el sitio. Aun así, munido de una guía autoadministrable que Mercedes me había prestado, con Abigail recorrimos el sitio, un poco a las apuradas. Palenque me resulta colosal, con el magnífico Palacio y la tumba de Pakal. Me cruzo a toda la gente que estaba en mi hostel de San Cristóbal, así como a una pareja de polacos con los que había hablado hoy muy temprano en el hostel, y que me volvería a cruzar a la noche en Palenque.

Volvemos a Palenque, y el guía nos deriva con una agencia, que nos registra para la excursión del día siguiente y nos consigue un hotel, que compartimos con Abigail, con alberca (piscina) que finalmente no usamos. Aprovechamos para sacar nuestros boletos de autobús. Yo hacia Mérida, Yucatán, y Abigail hacia el DF. En la terminal, me divierte ver a una familia de chilenos con fuerte aspecto de pinochetistas que habían estado en mi excursión, que se habían bajado muy convencidos en El Panchán, un conocido complejo de cabañas en plan hippie y con juerga 24hs. Cuando los vi bajar, sospeché que no estaban bien informados. La imagen de la familia comprando pasajes una hora después, para esa misma noche, con todo el equipaje a cuestas, fue por demás graciosa.

Mañana, nuevamente muy temprano, me espera la selva. Antes, en la cena, como un “plátano relleno con carne”, comida que Abigail desconoce. Aprovecho que tengo una mexicana para mi y me saco todas las dudas gastronómicas acumuladas durante los últimos días. Ahora puedo diferenciar una gordita de un sope, un taco de un chilaquil, y así. También, me entero qué es el agua de Jamaica y la de Horchata, entre otras cosas.

La banana con carne, riquísma. Resultó ser un plátano entero frito, con pollo desmenuzado, queso blanco, lechuga, tomate y palta.

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