viernes, 11 de febrero de 2011

día 21 - Yucatán


Jueves 10 de febrero de 2011
Chichén Itzá y rumbo al Caribe

La mañana se levanta caldeada en el Zócalo por la falta de agua. Aun así, el desayuno lo disfruto, pero por ser muy temprano aun no prepararon los huevos a la mexicana. Necesito energía porque me espera un día agotador.

Con la mochila a cuestas, camino hasta la terminal de Mérida bajo un calor abrasador. Tomo el primer ómnibus que va a Chichén Itzá.

Luego de dos horas y media de viaje, llego al Disneylandia maya. La entrada es un gran centro de visitantes, con librería, restaurantes y hasta guarda-equipaje. Desde hace tres años, Chichén Itzá es considerada una de las “Nuevas Maravillas del Mundo” por la UNESCO. Tan sólo por el templo de Kukulcán (la serpiente emplumada) debería serlo. Se trata de una inmensa pirámide construida matemáticamente, encarnando en su piedra el calendario maya (365 escalones, por ejemplo, uno por cada día del año). Conocer esta pirámide da una idea de lo avanzada que era la cultura maya en el momento en que fue encontrada por los españoles. Pero eso no es nada. Está localizada en un punto tal que, en el solsticio y en el equinoccio, la luz del sol la ilumina de forma a crear con sombras una serpiente gigante que se va desplazando por la pirámide. Y parados en cierto punto, con tres batidas de palma el eco logra reproducir el propio nombre del dios “ku kul can” Las fotos que vi del fenómeno son realmente impresionantes.

Saqué pasaje desde ahí mismo para venir directo a Tulúm, porque los autobuses tienen una terminal en la zona arqueológica. Tenía 4 horas para recorrer el sitio. Intenté armar un grupo de gente para dividir el precio del guía, pero se tornaba difícil. Decidí entrar munido de mi Lonely Planet, que incluye una guía para recorrer los sitios, y al dar unos pasos dentro, veo un grupo de excursión de un hotel de Cancún, y le hablo al guía para engancharme. Al final le di una propina. El paseo no estuvo mal, pero con demasiadas anécdotas sobre lo que turistas irresponsables le habían hecho al sitio. Es que esta es la zona arqueológica más visitada, había cientos de personas de todo el mundo. Al terminar el paseo guíado, todavía tenía 2 horas para recorrer por mi cuenta, y me dirigí al Cenote Sagrado , en el cual se hacían sacrificios. Apenas salir de ahí, una nube terrible se cernió sobre la gran pirámide, místicamente. Al rato, todo entró en estampida. Una tormenta terrible se desató sobre Chichen Itzá. Algún turista habrá hecho enojar a los dioses.

Empapado, fui al guardaequipaje a buscar mi mochila. La ventaja fue tener ahí todas mis cosas, así que me sequé y cambié. Esperé el bus para Tulúm, que tardó otras dos horas y media.

Decisión tomada hace unas horas, no me iba a quedar en una cabaña sin electricidad ni agua en la playa, como se estila aquí, sino en el hostel Weary del pueblito, una aldea con algunos restaurantes y barcitos. Mi idea es ir todos los días a un lugar diferente de la llamada Riviera Maya (el Caribe mexicano), y para eso es más cómodo estar en el pueblo.

Al llegar, sólo les quedaba una habitación privada para tres personas. Allí estaban deliberando Humberto y Ricardo, dos brasileiros de Porto Alegre que se les hacía caro para los dos el cuarto. Les pregunto si me aceptan como colega, y allí nos fuimos los tres a dormir, sólo que en un edificio a dos cuadras del hostel, donde tienen las habitaciones privadas. Dejamos reservadas camas en los dormitorios colectivos para el día siguiente.

Humberto y Ricardo son muy buena gente, muy divertidos, y vienen desde Panamá "subiendo", lo cual generó un intercambio de datos muy útil sobre los próximos destinos de cada uno.

El Weary es un lugar curioso, muy curioso…

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