lunes, 14 de febrero de 2011

día 25 - Riviera Maya


Lunes 14 de febrero de 2011
Xcaret, for export


Todas bellísimas, en su gran mayoría rubias de ojos claros, personas aparecen en las pantallas de TV de México. Pero basta echar una mirada por la ventana para encontrar un pueblo de trazos indígenas bastante poco agraciados. La distancia entre el hombre de a pie y la fantasía televisiva se abre como un abismo.

Muy temprano a la mañana, veo en bares o centrales de autobuses -o donde me toque estar-, los televisores sintonizando un programa llamado Hoy. Hoy planea desde los detalles absurdos del casamiento de una famosa a los estertores cancerígenos de otra. Matiza con resúmenes de todas las novelas y talk shows del día anterior. Una de las reseñas es sobre el programa de la Señorita Laura (al verlo, recuerdo estar en el Zócalo del DF aturdido por los parlantes de una camioneta que ofrecía ingresos para este programa). En la reseña, la blonda presentadora mediaba entre una madre y un hijo enemistados porque este último quería ser bailarín de una danza popular. Inclusive le piden que haga una demostración. Luego vuelven al plató de Hoy, y los cuatro presentadores (cuyos sueldos mensuales sumados deben de representar lo que gana una familia trabajadora en 10 años) se mofan del muchacho. Eso es Hoy. Eso dicen que es Hoy, a las 8 de la mañana. Uno se despierta y no tiene tiempo de pensar cómo fue Ayer y cómo mejorar, ni planificar quién querrá ser Mañana: mejor vivir el Hoy, y Hoy es eso que está en pantalla. La emisora se llama El Canal de las Estrellas.

Esos programas deberían prohibirse. Si bien la democracia es libertad de expresión, antes es gobierno del Pueblo, y el Pueblo debería tener el poder de sacarse todo suero de mierda adormecedor que le ponen cuando se distrae.

En Xcaret, la jornada cierra con un show de primer nivel con bailes típicos mexicanos de cada región, incluido el baile popular del muchacho del programa de la Señorita Laura. El show está bien, bastante poco metafórico, pero está bien. Lo más interesante es el principio, donde se representa un juego de pelota maya. Xcaret es un parque temático, natural pero acicalado, ecológico, para la familia. El lugar es más lindo que en las fotos, pero en vivo resulta tan artificial, que podrían hacer uno en la provincia de La Pampa y seria lo mismo. Los niños gritan, berran, lloran. Más de la mitad de los visitantes son argentinos, casi empatados con los chilenos. Todos turistas que están en resorts de Cancún.

La atracción del Río Subterráneo, para quien ha snorkeleado en un cenote ayer, es lisa y llanamente una puta mierda. El zoológico y el pueblo maya, grotescos. El acuario está bien. Pagando aparte, se accede a nado con delfines y otros entretenimientos. Puedo vivir sin ellos. La organización es impecable. Trato de relajarme y no pensar que he pagado 100 dólares estadounidenses para estar allí. Decido cobrármelos en el almuerzo. Mi entrada incluye una meal buffet en alguno de los varios restaurantes del parque. Elijo “La Península”, especializado en mariscos. Juro que logré comer un kilo de salmón ahumado, un kilo de cocktail de camarones. entre otros Por primera vez evalué seriamente la posibilidad de provocarme un vómito y continuar. No sigo plasmando detalles porque este texto ser transformaría en literatura pornográfica.

Hay tres palmeras puestas por algún diseñador de paisajes justo delante de unas rocas también puestas por el mismo diseñador, y una pareja se saca una foto porque les parece que será “una imagen inolvidable” (sic). Todos caminan maravillados, y yo me siento perdido. La playa que elijo imita un paisaje polinésico.

A México le cabe todo, menos una foto en blanco y negro. Qué colores tiene esta tierra, dios.

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