sábado, 19 de febrero de 2011

día 30 - Guatemala


Sábado 19 de febrero de 2011
Caye Caulker - Belize City - Flores

En el transcurso del día la jornada ha cambiado totalmente de cariz. De mañana, y por qué no desde ayer a la noche, hoy iba a ser uno de los días que podía aparejar más vicisitudes. Al final, todo resultó tan simple que hasta me da un poco de vergüenza como viajero.

Luego de desayunar nuevamente en “Café y Amor”, me presenté en el muelle de Caye Caulker para aborda el water taxi a Belize City. Allí tenía que averiguar si había ómnibus directos a Flores (Guatemala) o si tenía que ir hasta la frontera, hacer los trámites por mi cuenta, cruzar a pie, y buscar otro ómnibus del lado guatemalteco. Había leído que luego del mediodía era difícil encontrar ómnibus para Flores en la frontera. Por otro lado, tampoco sabía si los ómnibus para Flores salían de la Bus Station de Belize City o de dónde, siendo que para ir hasta allí debía andar bastante por la ciudad, que tiene fama de ser peligrosísima.

No más bajar del water taxi, tras 45 minutos de navegación, entré al confortable recinto del muelle de Belize City, donde además de kioscos y un bar, había puntos de venta de tickets de autobús, que salían de ahí mismo. Tenía varios para elegir, y opté por uno que salía dos horas más tarde. Mientras compraba el pasaje, me puse a charlar con Mario, un antropólogo guatemalteco de origen maya, que se dedicaba a ser “guía espiritual y energético” (sic). Había estudiado antropología en Madrid, vivía en Guatemala, y me contó que trabajaba para una organización alemana. Al principio su charla era amena, pero luego se tornó insoportable. Apenas terminamos con el trámite (él también iba a Flores, pero para conectar a Guatemala City), me comenta que quería comprar unas artesanías beliceñas y si aceptaba acompañarlo. Consultó y le dijeron que por USD 2 por persona te llevaban en taxi hasta un centro de artesanías a unos 15 minutos de ahí. Aceptamos, yo complacido por tener una excusa para aventurarme por la peligrosa Belize City en compañía y en taxi, y allí nomás salimos. El problema fue que el conductor no tenía ni la menor idea de dónde quedaba el centro artesanal, y comenzó a dar una vueltas interminables siempre por las mismas tres calles alrededor del muelle, preguntando a sus buddies dónde quedaba. Cada uno que era consultado (todos descendientes de Bob Marley que hablaban un inglés imposible) daba una respuesta diferente. Terminamos en un centro artesanal a tan sólo tres cuadras del muelle, donde había poco y era carísimo. Volvimos caminando.

El muelle no está directamente sobre el mar, sino en un canal que se adentra al continente. Todo nuestro recorrido en busca de las artesanías había sido de la margen del canal donde está el muelle, donde hay hoteles, embajadas y la marina de Belize. La ciudad propiamente dicha estaba cruzando un destartalado puente de hierro. Todavía teníamos una hora de espera, y la calle principal de la ciudad estaba a pasos del puente. Ahí nos fuimos.

Realmente el panorama era desolador. Belize City es una ciudad de arquitectura caribeña, estilo inglés, donde casi la totalidad de la población es negra. Se habla un inglés-dialecto incomprensible. Los ómnibus que circulan son de la década del 50. Me sentí impactado por la pobreza y la suciedad, la cantidad de mendigos que parecían zombies, todo regado por rastafaris ofreciendo marihuana a cada paso. Era sábado al mediodía y los negocios comenzaban a cerrar. Caminamos a lo largo de la calle comercial principal. Había muchos turistas que también estaban en espera y había tomado la misma decisión que nosotros. Vi una bermuda muy ridícula y, obviamente, la compré. Me costó USD 10. Las tiendas de ropa venden ropa de primeras marcas falsificadas o robadas, directamente. El guatemalteco resultó ser un loco que quería comprarse todo, y regateaba a morir. Finalmente se compró unos huaraches (sandalias). Luego de entrar a tantas tiendas, ya no quedaba tiempo de seguir un poco más para ir a la Catedral o al parque central, así que tuvimos que volver al muelle.

Partimos en minibús atravesando Belize de este a oeste, por una ruta rodeada de selvas, con aldeas paupérrimas y ríos de color verde. Me puedo imaginar ahora lo que debe ser un país algo desarrollado de África. Sellé la salida de Belize en mi pasaporte español y la entrada a Guatemala en el pasaporte argentino sin problema. Ahora restaba llegar a Flores.

Flores es una villa extremadamente turística localizada en una minúscula isla en el lago Petén Itzá, con casitas de colores, calles empedradas y varios restaurantes, muchos en un lindo malecón con vista al lago. De allí se hace base para ir a las ruinas de Tikal. Al llegar, tenía que buscar alojamiento, luego intentar contratar excursión a Tikal para mañana y averiguar por pasaje a Río Dulce para el lunes, todo casi sin tener quetzales o sea, en dólares, pero con billetes de 100. Esto también resultó muy fácil.

La ruta por Guatemala alternaba entre pavimento y tierra, embarrada por una llovizna, y en estas partes íbamos a los saltimbancos. El paisaje circundante era el de una campiña tropical. El bus terminaba en Santa Elena, a la orilla del lago, y ahí mismo esperaba un transfer hasta la isla. El conductor del transfer resultó ser un operador turístico, que me consiguió un hostel por USD 7 (habitación privada, baño privado, agua caliente, muy lindo), la excursión a Tikal para mañana y me vendió el pasaje a Río Dulce. Me cambió USD 100 a una tasa muy conveniente. Todo en 5 minutos.

Mañana me pasan a buscar para ir a Tikal a las 4h30 am. El madrugón es porque la excursión incluye ver el amanecer entre las pirámides, horario también en que pueden avistarse ciertos animales. Según Mario, uno de los lugares con “mayor energía cósmica” del mundo.

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