Sábado 26 de febrero de 2o11
No le digas a mi madre que estoy en...
Ciudad de Guatemala, un lugar peligroso. Menos en el día de su cumpleaños.
Guatemala City (¿por qué ese nombre extranjerizante?) tiene más de 3 millones de habitantes, y es la metrópolis de Centroamérica. Está surcada por autopistas modernas, desborda de verde y ostentaba una animada vida callejera hoy. El centro histórico esta reluctante, con la gente caminando por la prolija 6ta. Avenida. Turistas y paseanderos se dejaban ver por la plaza principal en el centro histórico. El mercado –animadísimo, colorido, uno de los más lindos que visité- parecía un hormiguero. Se puede tomar un menú por apenas USD 2.
La ciudad no es en absoluto lo que había escuchado, salvo de que se trata de la gran ciudad centroamericana. Hay diversas avenidas ajardinadas, que se vuelven peatonal los domingos, y muchos centros comerciales estilo mall americano, como en la mayoría de las grandes ciudades de nuestro continente. Funciona y avanza un sistema moderno de transporte público, y las obras para alojarlo están a flor de asfalto. Para desafiar el preconcepto, almuerzo sushi en el centro comercial Fontabella, donde la fisonomía de los clientes es bien diferente a la que uno ve en el mercado. Nuestro mundo está hecho de estos mosaicos. Una pareja pasea por los corredores con sus dos hijos y la niñera uniformada llevando el carrito, imagen que me repugna.
Seguramente las estadísticas no mienten respecto de la violencia que se vive, pero uno se pregunta hasta dónde es realidad y hasta donde sensación, y quién se beneficia con esa sensación. Bastaba ver agentes de seguridad armados fuertemente en zonas de malls donde claramente nada podía pasar. Por lo pronto, la capital de Guatemala me pareció una urbe con los conflictos, la diferencia de clases y la fuerza de cualquier otra ciudad de nuestro continente. La violencia estará por ahí acechando, pero también está lo otro. También está que no hay un solo papel en el suelo.
Todo esto gracias a Fernando, amigo de la red de viajeros, que fue mi excelente y predispuesto guía por la ciudad, una persona sumamente orgullosa de su ciudad y su tierra. La tecnología se pone también a favor de crear y estrechar lazos.
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