sábado, 12 de febrero de 2011

día 23 - Riviera Maya


Sábado 12 de febrero de 2011
Playa del Carmen, un odioso día de lluvia

Amanece lloviendo en el Caribe mexicano. Voy a la recepción a marcar mi desayuno, y el sistema caído pedía esperar cinco minutos, que fueron casi 30. Recuperado el sistema, elijo uno de los seis desayunos disponibles (café con leche y cuatro rebanadas de pan, manteca y mermelada) y por USD 0,30 agrego dos huevos. La computadora me espeta un ticket, que debo llevar hasta la cafetería del patio y dárselo a la chica buena onda que da todo. Voy con los dos huevos a la cocina hippie que es en un quincho y me los preparo revueltos. En el ínterin, explico en francés, inglés y español el sistema a algunos recién llegados. Veo que el sueco que roncaba en mi cuarto se está yendo.

La idea para hoy era ir a Akumal, una playa a 20km que es un paraíso natural, con tortugas nadando a 50mts de la playa y un escenario rústico. Pero la lluvia, aunque no fuerte, no para. Decido ir a tomar la combi, y ya aproximándonos a Akumal, y con el panorama gris plomo, decido seguir viaje hasta el final de recorrido, la famosa localidad de Playa del Carmen, que dista 45km de Tulúm.

Este es un centro turístico que se empezó a desarrollar luego de la explosión de Cancún, siguiendo sus pasos. Como llovía, toda la gente de los resorts cercanos, más la de los hoteles chic del pueblo, se habían dado cita en la calle principal, la peatonal Quinta Avenida.

El panorama es desolador. Se trata de tiendas de marcas internacionales, más Starbucks, Mc Donalds, etc., con el 90% de los carteles en inglés y todos los precios en dólares. Parece que la moneda mexicana no existe en Playa del Carmen. Me causa gracia que, hasta ahora, se dirigían hacia mi en inglés. Pero en Playa del Carmen, con la alta presencia de gringos, yo ya no lo parezco tanto, entonces los vendedores inician su contacto conmigo preguntándome si soy español o italiano.

En este sentido, digamos, han aparecido los estadounidenses. Un guía me comentaba, en una excursión, que casi no había turistas de Estados Unidos en México, salvo en los grandes centros turísticos de la Riviera Maya. La sensación que tuve es que a éstos les habían mostrado una foto de la playa, los habían subido al avión, y allí vacacionaban sin tener la menor idea de dónde estaban. Casi toda la gente que circulaba en Playa del Carmen era de Estados Unidos. El día de lluvia provocaba largas colas en las mismas cadenas de comida que frecuentan en su país. En la Quinta Avenida, inclusive, hay un dudoso “Museo del Tequila”, y esto como gancho porque creo que México para ellos debe de resumirse en “tequila”. La playa es idéntica a Tulúm: la misma arena, el mismo mar, pero rodeada de clubes de playa elegantes, con reposeras y sombrillas. Con el cielo gris, el Caribe se ve menos turquesa, pero aún así es mágico. Con el fresco (deben de hacer 20 grados), el agua parece cálida.

Aprovecho para comer comida típica del lugar y voy a Mc Donalds, con helado de Hagen-Dasz como postre. Dos horas más tarde de haber llegado, decido huir de Playa del Carmen rumbo a la puerta a la esquina a tomar una ginebra con gente despierta.

Siesta en el Weary Hostel. Cuando Humberto y Ricardo vuelvan de su excursión a Chichén Itzá vamos a decidir si mañana nos vamos a hacer un snorkel a un cenote y a un arrecife de coral. Tenemos que negociar el precio con el güey de la agencia que trabaja con el hostel.

(Ahora estoy en la cama, y uno de mis roomies acaba de entrar a buscarse una campera. Se está poniendo complicado. Espero que esto mañana se componga.)

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